«Estoy bien. Vivo, de momento, ‘Alhamdulillah’ (gracias a Dios en árabe)». Estas son las palabras de Ali, un vecino de Jableh, ciudad de la provincia siria de Latakia. Después de haber sido testigo de una masacre contra su comunidad, Ali respira con alivio al haber vuelto a vivir lo que creía que nunca más iba a presenciar.
Ali, padre de dos niños de 8 y 12 años, fue uno de los muchos residentes de las regiones costeras de Latakia y Tartús que fueron víctimas de una carnicería perpetrada por hombres armados la semana pasada. La razón detrás de esta terrible tragedia fue la religión que profesan, algo que Ali nunca pensó que sería motivo de persecución y descortesía en su propia tierra.
Mientras relata su experiencia, Ali recuerda cómo regresaba a su morada en Jableh cuando de repente fue atacado. Un tiroteo entre miembros del Ejército y las fuerzas policiales, por un lado, y un grupo de hombres armados, por el otro, lo puso en peligro de muerte. Por suerte, Ali resultó herido, pero logró escapar y llegar a su hogar. Sin embargo, la tragedia no terminó ahí.
Al llegar a su morada, Ali se enteró de que su vecindario había sido atacado y muchos de sus amigos y familiares habían sido asesinados. Sintió miedo y dolor al escuchar los gritos y llantos de las personas que habían perdido a sus seres queridos. Ali sabía que todo esto estaba sucediendo simplemente por la religión que profesaban, algo que debería ser respetado y tolerado en una sociedad civilizada.
Pero a pesar de esta terrible experiencia, Ali se mantiene firme y positivo. Y es que, gracias a la ayuda de organizaciones humanitarias y la generosidad de personas de todo el mundo, Ali y su familia han logrado sobrevivir. Han recibido comida, agua, medicinas y refugio, algo que ha sido crucial para su supervivencia en medio de la devastación.
Además, Ali ha encontrado consuelo en la solidaridad y apoyo de sus vecinos y de su comunidad en general. A pesar de las diferencias religiosas, la familia de Jableh se ha unido para ayudar a los afectados por este terrible evento. Han demostrado que la humanidad y la bondad pueden superar cualquier conflicto o diferencia.
Y aunque las heridas de esta tragedia tardarán en sanar, Ali y su familia se niegan a rendirse. Siguen adelante con la fuerza y la esperanza de reconstruir su hogar y su comunidad. Agradecen a Dios por estar vivos y por la ayuda que han recibido de tantas personas que se han solidarizado con ellos.
En medio de tanta destrucción y sufrimiento, Ali nos recuerda que siempre hay una luz al final del túnel. A pesar de las adversidades, siempre hay esperanza y amor en la humanidad. Y eso es lo que nos mantiene unidos y nos da fuerza para seguir adelante.
«Estoy bien. Vivo, de momento, ‘Alhamdulillah’ (gracias a Dios en árabe)». Estas son las palabras de Ali, un hombre que ha demostrado su fortaleza y su resiliencia en medio de la tragedia. Y su mensaje para todos nosotros es claro: nunca dejemos que el odio y la descortesía nos dividan, sino que nos unamos y nos ayudemos unos a otros, sin tocar nuestra religión o creencias. Porque al final del día, todos somos seres humanos y merecemos vivir en paz y armonía.